El universo paralelo Un cuento de Joel Sandino Eran personas distintas en etapas distintas, pero no sabían que tenían algo en común. Él comenzaba a ver los primeros fulgores de la juventud, y ella ya recorría los senderos de la plenitud primaveral...
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El universo paralelo
Un cuento de Joel Sandino
Eran personas distintas en etapas distintas, pero no sabían que tenían algo en común. Él comenzaba a ver los primeros fulgores de la juventud, y ella ya recorría los senderos de la plenitud primaveral. Algo los había juntado en una ocasión, pero solo fueron pequeños roces. Tan solo fue una aventura dentro de otra aventura que se enmarcaba en el camino de buscar cada uno lo suyo. Preferían viajar y divertirse, conocer personas y hacer amistades; so se daba la oportunidad, encaraban un amorío pasajero, de aquellos que dejan recuerdos en la memoria fresca de sus cuerpos infantes. Ambos eran amantes del arte y se dedicaban a hacer arte. Al menos una vez al año viajaban a tierras lejanas. Él llevaba su guitarra y ella su typói. Ya se imaginarán cómo encajaban en lo que hacían.
Ella era una diosa de la belleza, que con su gracia y cordialidad atrapaba a tantos varones que se cruzaban en su camino. Él… bueno… él era bueno en lo que hacía; y gracias a las canciones podía tener a alguien con quien pasar el momento. Todo era parte de la aventura. Y así, en cada viaje ambos conocían personas y los momentos quedaban para siempre. Las personas y el tiempo pasaban, pero lo que tenían entre ellos se encontraba apagado en algún lugar del universo. Seguramente, hacía falta una chispa para encender la llama. Pero eso no formaba parte del plan.
Pasaron algunos años y sus caminos ya no coincidieron. Él rozaba los veinte, pero con una viveza de aquellos, tenía la intención de encontrarla y recordar las experiencias pasadas; y de paso, tentarla a esos roces que quedaron a miles de kilómetros. Pero no, ya no se encontraron más y solamente tenían, en raras ocasiones, pícaras conversaciones por teléfono.
Hasta que otro viaje golpeó las puertas de sus vidas de manera sorpresiva. El cielo se abrió para él. Y coincidieron en revivir aquellos roces. Pero eso era lo secundario, pues cada uno debía hacer su camino y disfrutarlo. En ningún lugar del acuerdo tácito estaba escrito que entre ellos algo fuerte debía haber.
Miren si es grande el destino o la casualidad. Como quieran llamarlo. Lo que no estaba previsto, poco a poco iba surgiendo. Los momentos que pasaban juntos se mezclaban con los destellos del paraíso. En las noches, en vez de conocer a otras personas, el tiempo moría desconsoladamente en los rincones donde ella y él se conocían, inconscientemente. Capaz se comentaban lo que habían vivido anteriormente, en el tiempo en el que no se vieron más. Ellos lo sabrán. Pero, a él le apretaba el pecho cada vez que la veía y de cualquier manera, intentaba llamar su atención.
Hasta que conseguía pintar una sonrisa en su rostro. Él se daba cuenta que eso era lo que quería. Los segundos, los minutos, las horas pasaban desapercibidos cada vez que estaban juntos de la mano, abrazados o de alguna otra manera que no se debería contar. Pero ambos crearon un universo paralelo, sin darse cuenta y sin intenciones.
Algunos sentimientos se mezclaban cada vez que el otro estaba con su “amigo” o “amiga”. Y eso no debía pasar; no era parte del plan, pero era inevitable. Una taquicardia invadía a sus corazones. Temían que surja algo más e intentaban distanciarse. Ya todo fue en vano.
Lo hecho, hecho estaba. Y lo que se temía o no tenían previsto, surgió. Después de tantas risas, tantos roces, tantos momentos en el cielo que ellos creaban cada noche o cuando el sol daba sus primeros reflejos hicieron que el sentimiento se fortalezca.
Pero había un problema: en la realidad, ambos tenían a otras personas esperándolos. Mientras ellos disfrutaban de la fantasía, la ilusión en sus respetivas “parejas” quedaba intacta.
Qué hacer ante esa realidad era la incógnita. Aun así, no daban tregua. Y el universo paralelo seguía llenándose de pasión y ternura. Con besos apasionados llenaban sus almas; con pequeños hechos se sorprendían el uno del otro; incluso, en las noches cometían locuras que eran recordadas durante el día sacando una sonrisa o una mirada pícara, como dando a entender que se deberían repetir esos momentos. Tal cual.
Los jóvenes locos creían que sería eterno. Aunque no era así. Debían volver a la realidad, pero no se resignaban a dejar atrás esta aventura. Él quería continuar, pero ella era más calculadora y fría al momento de pensar las cosas, pues tenía más años que él. Ambos chocaban con su parecer.
Ella aseguraba querer una relación con miras a formar una familia, ya que tenía los años suficientes para hacerlo y con el “amigo” que se quedó en la realidad, compartía conversaciones a futuro. Ya quitará usted sus propias conclusiones.
Él se jactaba de tener la madurez necesaria para una relación seria. Repetía una y otra vez que tenía la intención de intentar llevar algo más formal. En cambio, ella relataba su miedo de que fuera algo pasajero y que no funcione, que el tiempo encuentre un lugar en el olvido. Ella ya no estaba para eso. Los tantos años de diferencia en edad hacían que piense de una manera muy diferente.
Cada vez que intentaban alejarse, más se buscaban. Era una ruleta rusa el juego de querer olvidarse.
La idea se hacía más fuerte en la cabeza de la joven, y él seguía sosteniendo lo contrario. Pero, ocurrió lo que se presentía… Entre idas y vueltas, una frase tremenda que lo derrumbó.
-“No va más.” – Dolorosa y rotunda. Ya no hubo forma de volver atrás. Todos los sueños que se fueron dibujando, de un soplo se esfumaron. Y dolió como mil heridas.
El joven, cabizbajo y serio, daba miles de vueltas y buscaba consuelo ante tan repentina respuesta inesperada. En una ráfaga de segundo, como una película en alta velocidad, desfilaron por la mente los recuerdos que se volvieron cenizas. Y mientras pasaban las horas, el joven intentaba pensar en otra cosa, distraer su mente con unas canciones, pero todos los intentos volvían a confluir en ella. Ella… siempre ella. Nadie más que ella. Y la noche se volvió eterna en el recuerdo.
Él también, de a poco, empezó a asumir que todo había terminado. Ya no había marcha atrás; Tenía plena conciencia que tantas historias compartidas se habían derrumbado como un castillo de naipes.
Pero, ¿Realmente volvió a terminar todo?
Al día siguiente, un mensaje inesperado volvió a alborotar la mente del joven. Y lo que era un ciclo cerrado, de repente volvió todo.
-“¿Qué tal estás pasando? Espero que mejor que yo.”
9 palabras que sacudieron su mundo en tan solo unos pocos segundos. Palabras que provocaron un terremoto en la piel, en el corazón y en el alma. Por inercia, manoteó el teléfono y marcó a las apresuradas un número telefónico; el de siempre, el de tantas veces.
Y la respuesta esperada… obró el milagro. No todo estaba perdido.
Él camina lentamente por la calle. A doscientos metros, una silueta de sirena caminaba por la misma vereda en sentido contrario. Ella iba hacia él, él iba hacia ella. Una ensalada mental en ambos.
De repente, dos miradas enfrentándose como si quedaran congeladas en el aire, telepáticamente concuerdan en correr el uno hacia el otro. Apenas rozaron sus cuerpos y surgió un abrazo interminable, como si ellos eran los únicos en el universo. Volvieron a sentirse en el universo paralelo que se había formado en el viaje.
¿Será eterno? Nadie lo sabe. Ni ellos mismos. Solo el tiempo de ser felices y disfrutarlo. Ni se imagina usted lo lindo que era ese mundo que crearon. Un mundo pequeño, solo para ellos dos. Pero ese mundo ínfimo estaba abarrotado de momentos inolvidables, que solamente vivían en sus memorias para aumentar la pasión en sus almas jóvenes.
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