COMUNIDAD “EL TRIUNFO”, UNA HISTORIA DE ESFUERZO Y SOLIDARIDAD Ni ricos ni pobres: prósperos La Comunidad “El Triunfo” nació en 1989. Un grupo de campesinos que se unió en el esfuerzo común de explotar la tierra en forma comunitaria. Está a unos 30 kil...
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COMUNIDAD “EL TRIUNFO”, UNA HISTORIA DE ESFUERZO Y SOLIDARIDAD
Ni ricos ni pobres: prósperos
La Comunidad “El Triunfo” nació en 1989. Un grupo de campesinos que se unió en el esfuerzo común de explotar la tierra en forma comunitaria. Está a unos 30 kilómetros antes de llegar a Ciudad del Este, yendo desde Asunción. Tiene una dimensión de 762 hectáreas. Está integrada por 265 familias aproximadamente, de las cuales, 106 familias viven en la parte rural y el resto en la parte urbana.
En sus intentos iniciales, durante la dictadura, fueron duramente perseguidos y atropellados por las fuerzas militares. Y la represión era encabezada por el propio asesor espiritual de los popes del poder de entonces, el famoso Pa´i Coronel, primo hermano del temible jefe de Investigaciones Pastor Coronel. Claro, el sacerdote Guido Coronel estaba a la cabeza de una cooperativa apuntalada desde el poder, y todo desarrollo comunitario fuera de sus dominios, sonaba a “comunismo”. Y había que extirparlo. Hoy más de 30 años después, “El Triunfo” es una comunidad próspera.
“Rechazamos desde un comienzo ser considerados una colonia o un asentamiento. Somos una comunidad (“Tekoha”, dicen en guaraní). Además, hay un elemento muy importante que definimos como una cuestión de principios: la relación armónica del ser humano con la naturaleza. Eso está establecido en los Estatutos Sociales de la Asociación de Agricultores “El Triunfo”. Y en este momento, es un punto más importante que nunca, porque muchos estudiosos dicen que la mejor terapia en este momento de crisis de la pandemia, es la relación con la tierra, ya sea agricultura, huerta, aunque sea un pequeño jardín”, dice Tomás Zayas, uno de los miembros de la comunidad.
En este momento toda la comunidad “El Triunfo” está en la tarea solidaria de ayudar a los que no pueden sostenerse sin alimentos, ante la paralización casi total de las actividades por la pandemia. Entre todos, juntan lo que producen para colaborar con los que carecen del sustento diario para alimentarse.
“Aparte del coronavirus, ahora en el Paraguay está el virus del hambre. En menos de un mes todo el mundo ya pide comida. Nosotros hasta ahora no tenemos problemas de alimento. Yo creo que la mayoría estamos preparados para aguantar, como mínimo, seis meses. Y otros hasta un año. Tenemos suficiente reserva de comida en nuestro depósito. Y la olla popular que estamos haciendo en la parte urbana para la gente que no tiene comida, es totalmente con productos de la comunidad. No tenemos ningún aporte de autoridades ni políticos. Con esto nosotros estamos demostrando que la agricultura familiar no es sinónimo de mboriahu ni tavyrai (ni pobre ni ignorante), sino es una opción de vida en los momentos difíciles”, dice.
Desde la óptica de Tomás Zayas, si el Gobierno no toma en serio el drama de los campesinos que abandonan sus lugares de origen por falta de recursos, para ir a acrecentar los cinturones de pobreza de la capital, en algún momento esa situación puede estallar en un drama social de proporciones imprevisibles.
“En algún momento esa gente va a atropellar todo lo que encuentra. De hecho los sociólogos modernos ya los consideran como los excedentes sociales. Sin embargo, para nosotros toda esa gente son refugiados ambientales que han sido expulsados por la miseria de sus diferentes comunidades”.
Zayas sostiene la “necesidad urgente” de reconstruir la comunidad campesina, de fortalecer la agricultura familiar, recuperar las tierras mal habidas y anular los contratos de arrendamiento de tierra pública a favor de los grandes sojeros y reconvertirlas en lotes agrícolas para la producción de alimentos.
“Gracias a nuestra filosofía de vida, acá tenemos suficiente reserva de alimentos. Y a la vez estamos cooperando solidariamente con nuestros compatriotas que ya no tienen para comer”.
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